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jueves, 3 de julio de 2008

Historias de Vida

-------------------------- En busca
----------------------------------------------- del cielo

¿Qué hay después de la muerte? Para saberlo, Barbara Walters habló con fieles de diversos credos.

---------------------------------------------------- POR: GAIL CAMERON WESCOTT

EN UN DESNUDO CUARTO de una cárcel de alta seguridad israelí, un apuesto reo palestino de 21 años se encuentra sentado frente a la periodista estadounidense Barbara Walters. A los 17 años, este joven trató de detonar una bomba en una concurrida calle a fin de provocar una masacre y matarse él mismo, pero como la bomba no explotó, tendrá que pasar el resto de sus días en este lúgubre sitio.

Walters, que es judía, le pregunta si alguna vez soñó con casarse, tener hijos y llevar una vida normal, -Lo pensé- contesta Jihad Jarrar con frialdad -, pero quería matar judíos.

Jarrar cree que su recompensa al morir será el paraíso, donde espera disfrutar de sexo sobre almohadones de seda, entre los ríos de leche y miel.

El encuentro de Walters con el fallido terrorista suicida ocurrió a mitad de una búsqueda que la periodista realizó durante un año para responder una pregunta que ha intrigado a la humanidad desde el comienzo de los tiempos: ¿cómo es el cielo y quién puede entrar en él? Aun antes de emprender este proyecto (un especial televisivo de dos horas de duración llamado Heaven, de reciente estreno por la cadena ABC), Walters conocía un hecho indiscutible: la mayoría de las personas, sea cual sea su convicción religiosa, no creen que la vida termine con la muerte.

HAY UNAS 10,000 religiones en el mundo, y casi todas inculcan ideas sobre la vida en el más allá. Millones de personas creen en que el cielo existe y en que allí irán al morir.

Si se pide a un niño creyente que imagine el cielo, es probable que describa ángeles tocando arpas doradas sobre nubes impolutas. Walters, hija de un próspero empresario, no recuerda de haber pensado nunca en el cielo cuando era pequeña. Se crió en un ambiente laico en Boston y Nueva York. “No iba al templo ni a clases de religión”, dice, “en parte porque mi hermana mayor padecía retraso mental y ésa era una de las muchas cosas que no podía hacer.” A diferencia de sus conocidos, su familia no celebraba el Yom Kipur, y aunque en la Navidad había regalos junto a la chimenea, jamás ponían un arbolito.

Aunque siempre reza en los aviones, Walters dedicó poco tiempo a los asuntos espirituales mientras se forjaba un nombre como locutora de televisión. Pasó 13 años en The today Show, del que fue la primera copresentadora femenina; luego se cambió a la ABC y se convirtió en la primera coanfitriona de Evening News, donde recibía un salario millonario (insólito para una mujer en ese tiempo). Y durante 25 años trabajó en el programa 20/20, en el que entrevistó a personalidades de todo el mundo, desde Fidel Castro hasta Paris Hilton.

En 2004 dejó ese puesto para dedicarse a producir al menos cinco programas especiales al año para la ABC. Decidió empezar un gran tema que no había tocado hasta entonces. Dios y el Cielo. “Me pareció el momento ideal”, explica. “Hay un enorme interés por la espiritualidad. ¿Porqué estamos aquí? ¿A dónde vamos? Aunque tenemos correo electrónico, teléfonos celulares e Internet, sentimos que la vida gira sin control”.

Walters abordó el asunto cono la franqueza que la distingue. En la catedral del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, le preguntó al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington, D. C., si en el cielo se practica el sexo. Sin inmutarse, el cardenal contestó:

- Esa pregunta se la hicieron al Señor y la respuesta fue “no”.

En la Iglesia Baptista Abisinia de Nueva York, el reverendo Calvin Butts le contó a Walters una visión que tuvo durante el sepelio de su abuela. Según él, ésta le explicó por qué un día le dio al borracho del pueblo una gallina que Butts tenía y un poco de comida. “Comprendí que hacía buenas obras para ganarse un lugar en el cielo”, señala.

Sea cual sea nuestra visión del cielo, todos esperamos encontrar en él un mundo mejor. El evangélico Billy Graham ha dicho que está ansioso por ir allí. “ Anhelo reunirme con mis amigos y seres queridos que ya se fueron”, señala. “Deseo librarme para siempre de la tristeza y el dolor”.

Otros, como Anthony DeStefano, autor de una guía espiritual, creen que en el más allá podremos ir de pesca con hemingway, estudiar piano con Mozart y pintar junto a Miguel Angel, a condición, claro, de que esos genios se hayan ido al cielo.

Las discusiones sobre quién se irá al cielo a veces son muy agrias, incluso despiadadas. Cuando Walters le preguntó a Jihad Jarrar si ella, que no es musulmana, sería bienvenida en el paraíso, la respuesta del reo palestino fue rotunda:

- Por supuesto que no. Usted se va ir al infierno.

Otro día, en colorado, Walters se reunió con Ted haggard, presidente de la Asociación Nacional Evangélica. Con 40 millones de miembros, esta organización constituye hoy día la principal fuerza religiosa en Estados Unidos. La periodista le preguntó si una persona que no acepta a Jesús como su salvador se irá al infierno. La respuesta de Haggard fue tan tajante como la de Jarrar: - Definitivamente.

Walters, quien se cuidó de no discutir con sus entrevistados, comentó después: “Hay muchas maneras de ver la vida y la muerte. Nadie puede decir que una creencia es correcta y otra no. En mi opinión, uno de los mayores problemas de nuestro tiempo es que mucha gente piensa que sólo su religión es válida, y que si los demás no comparten sus creencias, no irán al cielo”.

Los 2100 millones de cristianos que hay en el mundo creen que el propósito de la vida en la Tierra es ir al cielo, un lugar de paz y tranquilidad infinitas donde cesan el llanto y el dolor, y que quienes van allí experimentarán una resurrección corporal. “Nos veremos como nos gustaría vernos”, afirma el cardenal McCarrick. Los cristianos están convencidos de que se reencontrarán con los seres queridos que los precedieron. Según ellos, los placeres terrenales no son necesarios en el cielo, la dicha provendrá de la unión espiritual con Dios y con el universo en otra dimensión.

Los musulmanes tienen una visión diferente del cielo, pero igualmente idealizada. Según el Corán, el paraíso es un lugar de suntuosas casas, bellos jardines y sirvientes que atienden a los seguidores del Islam (1200 millones en la actualidad). El vino y la comida abundan, y tanto hombres como mujeres disfrutan del sexo. Otros documentos islámicos afirman que los mártires serán recompensados con el goce carnal de 72 vírgenes. Un experto islamista señala que este concepto se ha desvirtuado: tal número no es exacto, sino sólo una alusión a “la abundancia de ese tipo de placer”.

Otras religiones no tienen una idea tan clara del cielo. Para la mayoría de los 14 millones de judíos que hay en el planeta, la idea de la vida después de la muerte tiene menos importancia que los actos que uno realiza en la Tierra. Aun así, casi todos creen que hay vida después de la muerte, que el cuerpo y el alma se separan y que ésta se va con Dios. La resurrección de los muertos ocurrirá cuando el Mesías dé inicio a un mundo perfecto.

El budismo no predica que el cielo sea el lugar de descanso final del alma. Los 350 millones de budistas del mundo creen en diversos cielos que llevan, no a Dios, sino al nirvana, un estado de iluminación. Los budistas nacen, renacen y viven muchas vidas. Su comportamiento en la tierra determina la calidad de sus vidas sucesivas, y si renacerán como personas o como animales inferiores. Los budistas tibetanos creen que el Dalai Lama es la decimocuarta reencarnación de un ser semidivino.

Para conocerlo, Walters hizo un largo viaje hasta la aldea de Dharamsala, al borde del Himalaya, en el norte de la India, donde el Dalai Lama se refugió hace más de 40 años, cuando los chinos invadieron el Tíbet. “No dejó de llover en 4 días y hacía un frío que calaba los huesos”, cuenta la periodista, “pero el Dalai Lama me impresionó profundamente. Hombre carismático y dueño de una sonrisa infantil, el Dalai Lama le dijo que él no era un dios. Los dioses, señaló, no contraen infecciones en los ojos como la que estaba fatidiándolo ese día.

“Me dijo que el propósito de nuestra vida es ser felices”, recuerda Walters, “y que a la felicidad se llega a través de la compasión y la generosidad”. En un mundo en el que estallan guerras por motivos religiosos, las palabras del Dalai Lama le parecieron asombrosas. “Durante varios días no tuve un solo pensamiento negativo ni ganas de rivalizar con nadie”, dice.

Después de la entrevista, Walters tuvo deseos de hacer algo que nunca hace, despedirse con un beso. “Le pregunté si podía besrlo en la mejilla”, refiere. El accedió gustoso, aunque prefirió que el beso fuera al estilo neocelandés: frotándose la nariz el uno al otro. Y eso hicieron, en aquel distante rincón del mundo y en medio de la lluvia pertinaz.

AL FINAL SU BÚSQUEDA, Barbara Walters no sólo había hablado con líderes religiosos, sino también con personas que tuvieron experiencias cercanas a la muerte en las que creyeron haber vislumbrado el cielo. Conoció también a Ellen Jonson, presidenta de Ateos Estadounidenses, quien considera que la fe es mera superstición. “El cielo no existe”, dice con firmeza, “El infierno tampoco”. Para ella, aceptar esta idea es una motivación para hacer su vida sobre la tierra lo más satisfactoria que pueda, ya que es la única oportunidad que tendrá.

“Me impresionó mucho la sinceridad de todas las personas que conocí”, comenta Walters en su oficina de la ABC. Se abstiene de dar una opinión sobre si existe o no el cielo. “No estoy segura de qué es el cielo”, dice, “pero si tengo una visión personal de lo que es el infierno: haber terminado una entrevista y que alguien se acerque y me diga ¡qué olvidé hacer la pregunta más importante de todas! Y esa persona casi siempre tiene razón”.

El tema del cielo siempre planteará preguntas imposibles de responder, e incluso de formular. “Es allí donde entra en juego la fe”, señala Walters. “Hablar del cielo es hablar del sentido de la vida”.
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