Sigue siendo la relación más fundamental, la que sostiene todo el peso
de la civilización, la de una madre y su hijo. La evolución biológica ha
trabajado durante millones de años para hacerla tan poderosa y tan hermosa.
No hay amor más intenso que éste. Los seres humanos somos diferentes al
resto del reino animal porque no estamos listos para sobrevivir en el momento
de nacer. Las arañas despiertan a la vida con plena capacidad para enfrentar al
mundo, al grado de que algunas engullen a la propia madre, mientras que un
potrillo puede ponerse de pie y trotar en unos cuantos minutos.
El ser humano requiere, sin embargo, cuando menos seis o más años para
apenas empezar a sobrevivir. Esto obliga a que la madre le dé una protección
muy prolongada de la cual surge un sentimiento de amor que rebasa cualquier
otro.
Para recordarlo hemos inventado fechas como el día de las madres. Pero
lo importante no es festejar sino tener en mente que no podríamos ser lo que
somos sin ese apoyo crucial de una madre en los primeros años. Por eso el amor
a ella es tan poderoso.
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