El de triste figura
Por Arturo Martínez
"En
un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo
que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor". Y vale aclarar,
que La Mancha es una región de España, cercana a Madrid, la lanza en astillero,
significa una lanza "arrinconada u olvidada", porque el astillero, era
la percha donde se colgaban las armas; la adarga era un escudo de piel muy
antiguo como en forma de corazón, rocín es una forma de decirles a los caballos
briosos y, el galgo, obvio, es un perro de esa raza. Así comienza el libro que
dio origen al idioma español: "El ingenioso hidalgo, don Quijote de la
Mancha". Pero con todo y todo, no creas que es complicado leerlo o
entenderlo. Al contrario, es una historia, larga sí, pero muy divertida. Narra
las aventuras de don Quijote de la Mancha, un anciano de aproximadamente 50
años, (bueno, es que en aquella época, o sea principios de los 1600, la
expectativa de vida era hasta los 30), que de tanto leer libros de caballería,
pierde la razón y quiere convertirse en caballero. Entonces, busca en su casa y
encuentra una armadura vieja y oxidada, con todo y su yelmo, o sea su casco, la
lanza y un caballo flaco y débil, que él ve como un caballo fuerte, grande y
brioso.
Creo
que no hemos dicho, que este hidalgo, que así
le decían a las personas nobles y distinguidas, se llamaba Alonso Quijano, pero
como ese no era un nombre apropiado para alguien que luchara por la justicia y
la igualdad entre las personas, como los caballeros, se cambió el nombre por
"don Quijote de la Mancha". Y ya envuelto en esa locura de querer cambiar
y mejorar el mundo, este flaco señor, se fue de su casa sin avisarle a nadie,
para buscar problemas qué resolver. ¡Y vaya que los encontró! Porque se volvió
experto en ir a donde no lo llamaban. De esa manera, impidió que un señor
golpeara a su criado, liberó presos muy peligrosos, peleó contra pastores de
muías, se enfrentó al "Señor de la Blanca Luna" y... peleó contra
molinos de viento, a los que confundió con gigantes hechizados por Frestón, su
archienemigo.
Entre
esas andanzas, descubrió
a Aldonza, la sirvienta de una posada, un lugar de descanso, y quedó enamorado
para siempre de ella. Por cierto para él no era Aldonza, la moza, sino Dulcinea
del Toboso. Y a ella dedicó cada una de sus andanzas y acciones, convertido en
"El caballero de la triste figura". Mientras lo lees, puedes armarlo,
pero no te niegues a la posibilidad de conocer al más famoso de los luchadores,
en busca de un mundo mejor. Y quien todavía lo dude, no tiene más que adentrarse en la magistral obra de Miguel de Cervantes, el Manco de Lepanto que escribió las aventuras y desventuras de Don Quijote detrás de los barrotes de una cárcel.