El de triste figura
Por Arturo Martínez

Creo
que no hemos dicho, que este hidalgo, que así
le decían a las personas nobles y distinguidas, se llamaba Alonso Quijano, pero
como ese no era un nombre apropiado para alguien que luchara por la justicia y
la igualdad entre las personas, como los caballeros, se cambió el nombre por
"don Quijote de la Mancha". Y ya envuelto en esa locura de querer cambiar
y mejorar el mundo, este flaco señor, se fue de su casa sin avisarle a nadie,
para buscar problemas qué resolver. ¡Y vaya que los encontró! Porque se volvió
experto en ir a donde no lo llamaban. De esa manera, impidió que un señor
golpeara a su criado, liberó presos muy peligrosos, peleó contra pastores de
muías, se enfrentó al "Señor de la Blanca Luna" y... peleó contra
molinos de viento, a los que confundió con gigantes hechizados por Frestón, su
archienemigo.
Entre
esas andanzas, descubrió
a Aldonza, la sirvienta de una posada, un lugar de descanso, y quedó enamorado
para siempre de ella. Por cierto para él no era Aldonza, la moza, sino Dulcinea
del Toboso. Y a ella dedicó cada una de sus andanzas y acciones, convertido en
"El caballero de la triste figura". Mientras lo lees, puedes armarlo,
pero no te niegues a la posibilidad de conocer al más famoso de los luchadores,
en busca de un mundo mejor. Y quien todavía lo dude, no tiene más que adentrarse en la magistral obra de Miguel de Cervantes, el Manco de Lepanto que escribió las aventuras y desventuras de Don Quijote detrás de los barrotes de una cárcel.