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viernes, 28 de agosto de 2009

LA IGLESIA

------------------La Iglesia paquidérmica

Análisis por:
JAVIER SICILIA

Hay, entre todas las frases fundamentales del Evangelio, una que a lo largo del tiempo ha sido una de las piedras de tropiezo de la Iglesia: "La verdad los hará libres". El problema no radica en su condición de Iglesia -de asamblea, de pueblo de Dios, de cuerpo místico de Cristo, de depósito de la fe-, sino en su carácter de institución, es decir, de una enorme empresa administrativa no distinta a la General Motors, al Estado o a la estructura de un partido.

Una Iglesia así -cuyos inicios administrativos se remontan al siglo IV, cuando se volvió imperial, y cuya estructura ha sido modelo de las instituciones seculares- está, como toda institución que busca conservarse, condenada a la traición. Cuando se quiere mantener el poder es imposible no llegar a la mentira; cuando sólo se cultiva un discurso de bondades, se llega a la complacencia.

Por gracia, otra afirmación evangélica, lanzada contra los fariseos y que tiene que ver con esa misma verdad -"Nada hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue (...) lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en las bodegas se proclamará desde las azoteas" (Lucas. 12, 2)- ha venido a sacudirla. Desde hace ya varios años, los actos pederastas de algunos de los miembros de la Iglesia, las redes de complicidades para encubrirlos, sus alianzas antievangélicas (nada, entre todas las corrupciones de las instituciones del mundo, hace más odiosa a la Iglesia que las traiciones a la grandeza que custodia), han comenzado a brotar como un agua estancada de una cisterna rota y la han obligado a una autocrítica y a un proceso de purificación tan paquidérmico como la dimensión de su estructura burocrática -la más grande del mundo.

Los visitadores que Benedicto XVI mandó a la congregación de los Legionarios de Cristo -una continuación de las acciones que inició en mayo de 2006 cuando, aceptando por fin las acusaciones que pesaban sobre su fundador, suspendió a divinis a Marcial Maciel y quitó a los miembros de su congregación los "votos privados"- hablan de ese proceso.

El proceso, pese a lo paquidérmico, es encomiable: un acto de estricta justicia y caridad frente a una rama de la Iglesia cuyos escándalos han hecho más contra ella y el Evangelio que todos sus detractores juntos. Una pregunta, sin embargo, es pertinente: ¿Esa "visitación" llegará a lo que todas las instituciones llaman con una arrogante suficiencia "últimas consecuencias", es decir, no sólo a destituir, como lo prevé Fernando M. González -el mejor biógrafo de Maciel-, a "la cúpula dirigente para que la nueva dirigencia se encargue de ir limpiando lentamente la institución" (Proceso 1708), sino a tocar las redes que desde el centro de los Legionarios llegan a obispos, cardenales, empresarios y altos prelados de la Santa Sede, incluyendo al Papa Juan Pablo II, y, a partir de allí, hacer, como lo guarda el corazón de la Iglesia, un acto de contrición pública y de petición de perdón?

Como hijo de la Iglesia, lo espero por nuestro bien, por el bien de los nombres de hoy que estamos necesitados más de gestos que muestren la verdad, que de discursos que hablen de ella. Pero también, como hijo de esa misma Iglesia, casta y meretrix, que conoce sus oscuridades y sus sótanos, sé, por desgracia, que no irá más allá de una recomposición maquillada. La razón no está en lo que su corazón resguarda, sino, como he dicho, en su condición institucional.

Desde que la Iglesia se volvió imperial puso un velo entre la radicalidad evangélica que hay que decirlo en su descargo ha custodiado durante 2 mil años y su accionar institucional. Ese velo la ha corrompido al grado de que ya no se diferencia, más que por el grado de esquizofrenia, de las instituciones modernas y seculares que salieron de sus entrañas. Con ello, la verdad evan­gélica, que ahora la hiere y le exige alcanzar su presencia, se ha ido oscu­reciendo. No podría ser de otra manera. Mientras la institución clerical pretenda que la Iglesia se hace por los hombres que la administran seres, como todo hombre, imperfectos, pequeños, caídos, necesitados del acogimiento y el perdón de los otros, será como todas las ins­tituciones, el rostro de una prostituta, cuyos oscuros comercios tratará siem­pre de disfrazar bajo el maquillaje de la decencia.

Sólo cuando aprenda que a ella la hace su Señor: un Dios que se hizo pobre, una pobreza de carne que siempre es rescatada por la confianza; cuando aprenda que ella no es el cuer­po del César ni de sus poderes a los que hay que servir devotamente, sino el del Jesús desnudo ese que en sus mejores hombres está en las cabeceras de los agonizantes, en la lucha por la justicia, en las chabolas, entre los apestados, los despojados, los humillados, entre aque­llos que no hacen alianzas con el poder y están dispuestos a hablar con la verdad que siempre duele, pero que después consuela, el del Jesús vuelto miseria, en cuya debilidad habita otra medida: el amor, entonces habrá renunciado a ser una institución, pero habrá ganado la sencilla grandeza de los que no temen la libertad de los hijos de Dios.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Mi­nera San Xavier del Cerro de San Pedro, li­berar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca. •

ALTERNATIVA




































----------Las alternativas a la guerra

Análisis por:
-------- SABINA BERMAN

Alarman las palabras del secretario de Gobernación dichas al Washington Post y publicadas el 28 de julio: "Nadie nos ha dicho qué alternativa tenemos (a la guerra frontal contra el narco)". Alarman porque delatan que este gobierno llama a los ciudadanos mexicanos así: nadie.

De cierto, desde el lanzamiento de la guerra muchos nadies han advertido en México sobre la peligrosidad de esa estrategia demasiado simple, y en la medida en que la guerra no ha sido ganada y ha causado más y más destrozos y muertes, los nadies han ido aumentando hasta ser legión.

Todavía más, entre tantos y tantos nadies, los nadies llamados periodistas y comentaristas y expertos (expertos reconocidos en narcotráfico, ingestión de drogas, secuestro y violencia), incluso algunos nadies que son gobernadores o exsecretarios de Estado, han ido ofreciendo trabajos de investigación y de análisis para argumentar una solución más compleja y más prometedora que la guerra frontal.

¿Qué tenemos que hacer los nadies de México para que el secretario de Gobernación se distraiga de sus estrechas juntas y atienda la conversación pública y democrática que pide un alto a la barbarie de la guerra?

Para el lector, retomo las mejores alternativas que este debate ha incluido. Cada una de ellas es una alternativa que aprovecha la ventaja del Estado para em¬plear herramientas pacíficas, potentes y de alcance nacional, herramientas de las que el crimen carece, y ninguna alterna¬tiva pretende ser por sí sola un sustituto a la guerra frontal, aunque combinadas todas ellas en una estrategia amplia bien podrían sustituir a la guerra, o al menos preparar al país para una guerra contra el crimen que sí pueda ganarse, sin des¬truir antes al país.

1. El congelamiento de las redes financieras del narco.

El motor del narco son sus ganancias exorbitantes. Sólo esas ganancias explican que una actividad donde la vida se arriesga cada día pueda contar con una reserva de empleados prácticamente interminable, así como sólo esas ganancias explican que el poderío balístico y de inteligencia del crimen organizado sea equivalente, y por mo¬mentos superior, al del Ejército Mexicano.

2. La suspensión del ingreso de armas por la frontera norte.

Esta petición fue hecha hace dos años por la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, y su razón es evidente: Es en Estados Unidos donde el crimen organizado compra sus armas. Para lograr esta suspensión, se requeriría la cooperación del país vecino para la creación de aduanas con cero tolerancia.

3. La creación masiva de nuevas cosechas y nuevos empleos.

Allá donde el narco engancha a campesinos paupérrimos para sus cultivos y a jóvenes desesperanzadamente desempleados para convertirlos en sus sicarios rasos, la carne de cañón de sus organizaciones.

En Sicilia esta táctica costó al gobierno subsidios millonarios, pero encaminó a una generación hacia el trabajo legal.

4. La legalización de la mariguana.

Como lo reiteraron los expertos en el foro realizado en el Congreso el mes de abril de este año, el comercio con el cannabis sigue siendo la mayor fuente de ingresos del narco mexicano. Un ingreso que según el especialista Luis Astorga supera a lo que el narco recibe "por la combinación de cocaína, heroína y metanfetaminas". Por ello, la discusión de su legalización, dadas nuestras circunstancias, debiera alejarse de lo moral y asentarse en un terreno práctico. Arrancar a la mariguana de la clandestinidad despojaría de golpe al narco de una fuente importante de recursos. Francamente es obsceno comparar el daño que fumar mariguana puede provocar a la larga en la población con el daño brutal e indiscutible que provoca el narco al asesinar, secuestrar, extorsionar y robar.

5. La limpia de las policías.

Es una evidencia que las policías han sido la bisagra entre el crimen organizado y el Estado mexicano. En el pasado, las policías mandaban en el crimen organizado, pero con el debilitamiento del Estado ahora sucede lo inverso: los policías son mandados por el crimen. A decir del secretario de Seguridad Pública del sexenio foxista, Alejandro Gertz Manero, desde hace décadas la mitad de los policías están o han estado en las nóminas del crimen. A decir de Isabel Miranda de Wallace, experta en secuestros, no ha existido un secuestro en México en los últimos cinco años en que no haya participado al menos un policía.

De esa certeza se desprendió la decisión del presidente Calderón de enfrentar con el Ejército al narco. Pero de esa certeza debieran desprenderse también otras dos decisiones lógicas. Las policías, que ahora operan como una quinta columna en la lucha contra el narco, debieran ser apartadas totalmente de esa lucha y expurgadas gradual pero sistemáticamente. Y el Ejército no debiera ser expuesto a la misma corrupción por tiempos tan largos como los tres años que lleva esta guerra.

6. La claridad de una meta predeterminada.

¿Cuál es la meta de esta guerra: aniquilar físicamente a todos los criminales del país; o sólo acotar sus territorios; o sólo acotar sus crímenes; interrumpir todo tráfico de drogas o erradicar los crímenes más terribles, como el secuestro, la extorsión y el robo? ¿Qué va primero y qué va después: qué metas son urgentes y qué metas son postergables? ¿Cuáles son realizables y cuáles no?

Estamos en una guerra que carece de metas claras, conocidas y jerarquizadas, y eso impide un embate del Estado jerarquizado, así como un final previsible y próximo. Además, definir una meta para esta guerra haría posible una última alternativa. Es decir, una alternativa que sólo vendría a cuento ante un narco ya debilitado.

7. La disposición para negociar con el enemigo.

Es decir, la disposición de canjear la paz por amnistías, reducciones de sentencias, exilios. Incluso canjear la tolerancia del tránsito de la droga al extranjero a cambio de la desaparición de los secuestros, la extorsión y el robo a los mexicanos.

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"Si la fuerza de las armas es considerada la única vía de la autoridad, algo está errado: o bien la autoridad no conoce sus instrumentos o bien no los tiene y entonces no es ya la autoridad". La frase data del siglo V A. C., y es de Lao Tsu. •